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LA HISTORIA DE ‘TITI’ MIGUELENA, EL ÍDOLO DE BARRIO NORTE

Guillermo Correa sigue escribiendo acerca de distintos acontecimientos o personajes históricos del Club Barrio Norte. Esta vez fue el turno de Ernesto ‘Titi’ Miguelena, un referente dentro y fuera de la cancha, que vistió la camiseta del ‘trula’ en 3 décadas diferentes y que siempre colaboró con la institución.


El pibe que dijo ‘si me ponen voy’… y nunca más se fue de Barrio Norte’

HOMENAJE – ERNESTO ‘TITI’ MIGUELENA
Hoy el recuerdo es para uno de los emblemas más grandes que dio nuestro querido Barrio Norte.
El hombre que jugó, sintió y vive por estos colores. Que dejó una huella imborrable en la historia del Club y en el corazón de todos los que lo vieron jugar.
—¿Querés jugar en Barrio Norte, pibe?
—Si me ponen voy… no tengo problema.
Corría el año 1953 y cada descampado de los barrios oficiaba de canchita de fútbol para aquellos pibes que no tenían club, pero querían divertirse y despuntar el vicio con la pelota.
Por aquel entonces, como todos los días, traían a Ernesto al pueblo. Ya con 19 años, trabajaba en El Indio, un almacén de ramos generales ubicado frente a la Plaza Colón. En el mismo lugar trabajaba Horacio Guirao, quien era dirigente, jugador e hincha del Club Barrio Norte.
Él sabía que Ernesto, en sus ratos libres y los fines de semana, jugaba a la pelota con sus amigos y tenía un equipo barrial llamado Puente Alsina, al cual le tenían un amor especial. Usaban una camiseta blanca con un logo azul estampado, bordado por su hermana María Ángela.
Jugaban en alpargatas y, a modo de tapones, les colocaban tornillos “tanque” en las suelas. Luego las ataban con cordones al pie y salían a jugar. Todo era para parecerse a los jugadores de primera.
Horacio —o “el Gordo”, como lo conocía Ernesto—, como todo buen dirigente, lo venía siguiendo. Sabía que había algo especial en él. Un día le consultó si quería jugar a la pelota en Barrio Norte, a lo que él, tímidamente, respondió:
“Si me ponen, no tengo problema.”
Así comenzó una historia que se escribiría con esfuerzo, humildad y una fidelidad pocas veces vista en el fútbol de los pueblos.
Fue así como Ernesto “Titi” Miguelena llegó a Barrio Norte para no irse nunca más.
El 22 de junio de 1953 firmó la ficha, y dos días después fue asentado en la Liga Regional de Fútbol.
Hoy llegó el turno de hablar de una de las máximas glorias del Club Atlético Barrio Norte.
Ernesto Juan Miguelena nació el 10 de noviembre de 1934. Hijo de un hogar de trabajo, junto a su madre y hermanos, con mucho sacrificio, explotaron una pequeña fracción de campo y llevaron adelante una empresa dedicada a labores rurales.
Padre de cuatro hijos (Juan Pablo, María de los Ángeles, Matías y María José) y casado con Cristina Mercado (ex reina del Club), «Titi» llegó desde el campo para trabajar en el pueblo, y su destino estaba marcado: Barrio Norte, fundado en 1948, sería su segunda casa.
Volante central o por la banda derecha, con un juego exquisito y limpio, luego —en el ocaso de su carrera— se desempeñó como marcador central.
Era un tipo leal, amiguero y competitivo.
Jugó en tres décadas diferentes con la camiseta del Trula.
Fueron 23 temporadas ininterrumpidas en las que nunca cambió de casaca.
Fue capitán del primer equipo y también tuvo la suerte de lograr varias conquistas con el Club.
Barrio Norte crecía, y «Titi» era el corazón que marcaba el pulso del equipo.
Fue campeón de la Copa Falcón en 1955, la cual levantó con la tradicional camiseta a bastones negros, rojos y blancos en la cancha de Sportivo Rivadavia.
Como dato no menor, ese torneo lo jugó con permiso especial, ya que se encontraba realizando el servicio militar.
Según cuenta la historia, como Miguelena no podía venir a disputar la copa, un dirigente del Club se “tiró el lance” y mandó una carta al teniente Sabatella solicitando permiso para jugar.
«Titi» nunca pensó que eso fuera a prosperar, pero para su sorpresa el teniente lo llamó y le dijo que le habían escrito desde su pueblo, que agarrara sus cosas y fuera a cumplir con la obligación… y, si era posible, que ganara el trofeo.
Todo salió a la perfección.
Fue una de las figuras del equipo que se consagró campeón en 1958.
Aquel plantel contaba con grandes nombres y le dio la primera estrella a la institución.
Para él, ese año fue sin dudas el más feliz de su carrera futbolística: no solo por la obtención del campeonato, sino porque fue convocado a la Selección de la Liga del Oeste.
Fue capitán del combinado y vistió esa camiseta durante varios años.
De manera amistosa también se puso la camiseta de Atlético Rivadavia y de Independiente de América, para jugar ante las reservas de Boca Juniors y de Independiente de Avellaneda.
Pese a ello, nunca aceptó ofertas para pasar a otros equipos.
En una oportunidad, un importante dirigente le ofreció un inmueble para que se pusiera la camiseta de Atlético Rivadavia.
Ofrecimiento que rechazó rotundamente.
Su caballerosidad pesó más que cualquier propuesta, y nunca abandonó su querido Barrio Norte.
El Semanario Tribuna Popular le realizó una entrevista allá por 1976 y lo destacó por su colaboración constante con la institución albi verde.
Nunca cobró un peso por jugar; de su bolsillo salía el dinero para comprar sus botines y, en más de una ocasión, las pelotas con las que se jugaba los domingos.
Su vehículo servía para trasladar al plantel cuando se jugaba en una localidad vecina, y su casa era conocida como “La Candela”, porque varios jugadores de afuera se hospedaban allí.
Frecuentaba con sus amigos la esquina del «Vasco» Echeverría, lugar que oficiaba de sede del Club.
Miles de anécdotas surgen de esos momentos, pero todos recuerdan que «Titi», el día antes de los partidos, se guardaba temprano.
No consumía alcohol y predicaba con el ejemplo.
Siempre con respeto, pero más de una vez le hizo saber a algún compañero su descontento por haber salido de farra la noche anterior.
Su comportamiento fuera de la cancha era digno de imitar.
Llevaba una vida sana, se cuidaba en las comidas, nada de cigarrillos, alcohol limitado, y el entrenamiento era sagrado.
Nunca nadie le tuvo que recordar esa disciplina.
Según sus compañeros, dentro del campo de juego era un jugador que nunca te iba a defraudar: juego limpio, compromiso, entrega y una conducta intachable.
Solo una vez fue expulsado, en 1971, en cancha de Atlético.
Aquel partido —que Barrio Norte perdió 5 a 1— no solo es recordado por las expulsiones de «Titi», «Masca» Caro y el «Chueco» Acuña, sino por la tole-tole que se armó con el árbitro Aurelio Balsas.
Al terminar el match, corrió al vestuario para resguardarse del reclamo eufórico de los jugadores de Barrio, sin saber que dentro estaba el mencionado Acuña, quien —según cuentan— casi abre la puerta para que lo lincharan.
Por suerte, nada pasó a mayores.
«Titi» prolongó su carrera hasta 1976.
Sentía que podía seguir jugando, pero la familia requería más tiempo.
Compartía equipo con muchos de esos pibes que desde chicos lo habían visto detrás del alambre.
Luego de su retiro siguió demostrando su amor por el fútbol, en algún partido nocturno, corriendo detrás de la pelota como en su infancia con Puente Alsina.
Tuvo varios ofrecimientos para ser DT del «Trula» o integrar comisiones, pero nunca aceptó, tal vez para resguardar la imagen de su época como jugador.
En 1978, el Club le organizó una cena despedida en la nueva sede de Lavalle 131.
Gran cantidad de personas concurrieron para darle el último aliento a uno de sus máximos ídolos.
Casualmente, quien le entregó un presente fue nada menos que su amigo Horacio Guirao, el mismo que lo había traído al Club.
En 1984 la institución realizó la cena del reencuentro, reuniendo y reconociendo a todos los campeones de 1958.
«Titi» recibió un recordatorio del dirigente Carlos Correa.
Siempre sintió orgullo de que su hijo menor Matías siguiera el legado, jugando varias temporadas en el «Trula», hasta llegar a verlo campeón en 2012.
Ingresó al campo de juego que tanto lo vio correr, y juntos levantaron la copa.
En un video inédito proporcionado por los chicos de Fútbol del Oeste, «Titi» recuerda con emoción toda su carrera.
Se quiebra hasta las lágrimas al mencionar a los amigos que ya no están, los clásicos ganados, la gente de Barrio Norte que tanto lo alentó.
Gente humilde que llenaba las canchas para verlos jugar.
“Juego porque me gusta de alma, por el placer de jugar. Porque en esto todos los días gano un amigo, y porque además Barrio Norte viene a ser mi segundo hogar y me siento más que cómodo.”
(«Titi» Miguelena, Semanario Tribuna Popular, 1976)
Hoy, con casi 91 años, disfruta de sus hijos y nietos.
Se lo puede ver en su casa, mirando fútbol por televisión, quizás recordando sus épocas de jugador.
Pero estoy más que seguro de que el 2 de agosto, cuando vio a Barrio campeón en la cancha de Newbery, hubiese dado la vida por saltar al campo y volver a ponerse la casaca de su querido Club Atlético Barrio Norte.
Y cada vez que la pelota rueda por el campo, parece que su paso firme y su voz serena siguen ahí, entre las líneas, guiando a los muchachos.
Sin dudas, Ernesto “Titi” Miguelena se ha ganado un lugar para siempre en la historia de nuestro Club.
Barrio Norte siempre será tu casa.

Aquella pregunta de 1953 —“¿Querés jugar en Barrio Norte, pibe?”— encontró su respuesta en una vida entera vestida con la camiseta del «Trula».


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